sábado, 13 de julio de 2013

10. A siren's soliloquy.

  Abrí mis ojos. Pasé mis dedos por ellos y noté que estaban hinchados. Aturdida, giré la cabeza y vi que una enfermera empujaba la silla de ruedas en la que yo me hallaba. Recorríamos un pasillo gris que le acompañaba un ambiente maldito. No recordaba cómo había llegado yo hasta allí. Tampoco sabía los motivos que habían hecho que éste fuera mi paradero. Lo único que quería en ese momento era que la enfermera se atragantara con el chicle que estaba masticando para que dejara de hacer ese ruido tan repugnante, y tal vez, encontrar la salida de este lugar desconocido. Levanté la cabeza, íbamos a pasar una gran puerta gris en la que ponía "trastornos psicológicos". Al pasarla, el pasillo se hizo más oscuro. Todo cada vez era más deprimente. Parecía un cementerio. Las puertas que habían en las paredes eran tumbas y yo era el próximo cadáver que iban a enterrar en el olvido. La enfermera paró bruscamente enfrente de mi tumba, la habitación 38. La abrió y me llevó hasta dentro. Me dejó en medio de la habitación y mientras se dirigía hacia la puerta, susurró; "Morirás sola". Acto seguido cerró la puerta con llave.
  Había asumido que nadie iba a venir a visitarme. Ni siquiera por compromiso. Igual era lo mejor. Definitivamente estaba muerta para el mundo. Me levanté y fui al baño.Le di al interruptor. De cuatro luces, una era la única que alumbraba. Puse los ojos sobre el espejo que estaba a mi derecha. Mi piel, mi ropa, estaban manchadas de barro. No me agradaba lo que veía en él, así que aparté la mirada y me quedé observando el lavabo. Estaba repleto de sangre seca y al lado del grifo había una navaja. Era extraño, ¿qué hacía esto aquí? Sin pensármelo dos veces la cogí e hice algo que quería llevar a cabo hace tiempo; desde mi ceja derecha, pasando por la nariz, hasta llegar al mi pómulo izquierdo me hice un corte. Tiré la navaja y salí del baño. Me acurruqué en la cama y empapé la almohada de sangre, barro y lágrimas que brotaban de mis ojos por la rabia que sentía. Di la vuelta y me quedé mirando el techo agrietado. Pestañeé un par de veces y volví a estar en mi habitación.
  No había sido un sueño, había estado despierta todo ese tiempo. Aquello había sido fruto de mi terrorífica imaginación.

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