Bajé la mirada y ahí estabas, con esos ojos claros mirándome fijamente y tu pelo negro mojado. Sonreí irónicamente y dije: "Bienvenido a mi infierno". Tú simplemente me apartaste el pelo mojado de la cara. No te hacía falta preguntarme nada, ya que sabías lo que me pasaba, sólo esperabas a que yo me expresará para poder quitarme ese dolor que sentía en el pecho. Suspiré y te dije: "Parece que si no manifiestas tus ganas de fallecer, nadie te presta atención. Y si te hacen caso, lo único que piensan es que quieres llamar la atención. Es frustrante. Por eso... Por eso cada vez confío menos en los seres humanos. Son falsos y egoístas. Despreciables. Al parecer soy una carga. Un ser que ha aparecido en sus vidas con el único propósito de decepcionarles, aunque en realidad todas las acciones que hago por ellos tenga el fin de hacerles felices. Si te percatas, en sus miradas sólo hay un claro mensaje en el que dice "vuelve sola a tu oscuridad". Un claro mensaje que deja ver que no he significado nada para ellos. Que me aborrecen. Se me pasa por la cabeza pensar que si me tiraría por un puente, se sentirían aliviados. En resumen, mi vida es una tragedia continua".
La sonrisa que me dedicaste fue amagar y la acompañaste con unas lágrimas. Te mordiste el labio y añadiste: "Por eso crees que es mejor tener amigos imaginarios, ¿verdad?". Suspiré y respondí: "Sí, porque son los únicos que realmente estarán cuando lo necesites ya que viven en tu propia mente. Por eso puedes confiar completamente en ellos. Precisamente en ellos". Toqué tu nariz con mi dedo índice, parecías tan real. Sólo pude decir; "Gracias por ser el único que llora por mí", antes de romper a llorar.